En los últimos años, la neurociencia aplicada al deporte ha ganado protagonismo… y también marketing. Tecnologías como NeuroTracker, Fitlight o Blazepod prometen mejorar la toma de decisiones, la atención y la velocidad de reacción. Sin embargo, gran parte de estos dispositivos operan en contextos artificiales, con mejoras que no se trasladan al juego real.
En este artículo analizamos la evidencia científica, explicamos por qué muchas de estas propuestas fallan desde la teoría del aprendizaje motor, y presentamos un checklist crítico para evaluar si una herramienta “neuro” tiene valor real o es solo otra moda cara.