Introducción
Como hemos conversado con anterioridad, la especialización temprana en el deportista infantil pareciera ser muy atractiva si pensamos que, mientras más temprano entreno como adulto, mucho mejor y más pronto podrían aparecer los beneficios. Sin embargo, la evidencia nos muestra que el riesgo de la especialización deportiva probablemente supera a los posibles beneficios.
Entonces, ¿cómo podríamos obtener niños ágiles sin entrenar la agilidad de forma tan estructurada y específica?
Si nos remontamos a nuestra infancia, eran eternas las horas de juego en plazas y parques que nos enriquecían de múltiples movimientos como correr, saltar, agacharse, lanzar, trepar, etc. Mismos movimientos que, a futuro, coinciden con patrones similares a los ocurridos en los deportes. Sin embargo, con el pasar del tiempo y por múltiples motivos, esas horas de juego y enriquecimiento motriz han disminuido en gran medida limitando no sólo la diversión del niño, sino también la interacción con el entorno, sus pares y restringiendo el enriquecimiento motriz que nos aporta el juego deliberado.
Por otro lado, cuando hablamos de agilidad, de forma general y como coinciden múltiples expertos, nos referimos a la capacidad de acelerar, desacelerar o cambiar de velocidad, ritmo y/o dirección en respuesta a un estímulo.
Estos movimientos pueden ser similares y respetar acciones casi idénticas entre los distintos deportes. Pero, sin embargo, lo que determinará y marcará la diferencia entre éstos será el motivo por el cual se realiza dicho movimiento. En este caso, una toma de decisión ante algo específico que suceda en el campo.
- Entonces, en la misma lógica de la especialización temprana:¿No sería mejor entrenar directamente el deporte desde antes para favorecer la ejecución proveniente de una decisión “específica”?
- ¿Valdrá la pena desafiar a los riesgos ya evidenciados de la especialización temprana, sólo para brindar esa ejecución de forma más específica?
- ¿Existirán formas alternativas para estas edades que parezcan mejor opción?
Veamos un ejemplo práctico y simple:
El muy conocido juego reducido de posesión en el fútbol, donde dos equipos se enfrentarán buscando mantener la posesión del balón mientras el equipo adversario intenta quitárselo. Sumar más o menos restricciones para que sucedan distintos eventos dentro del juego es decisión de cada uno, pero si lo que nos interesa es:
1) Competición.
2) Brindar acciones motrices.
3) Que estas acciones sean específicas porque serán mecánicas idénticas aplicadas dentro de un contexto similar al deporte.
4) Agreguen todas las que quieran sumar.
¿Qué sucedería si hacemos que los chicos hagan algo similar, pero dando pases y jugando con las manos? Para muchos parecería una burrada, ¿desde cuándo el fútbol se beneficiará de jugar con las manos?
Si analizamos en profundidad, realizar un juego de posesión jugado con las manos nos entregará acciones como: lanzar y recepcionar, saltar y ajustar la posición corporal, acelerar y desacelerar, rotar y estabilizar, etc. Y todas ellas ocurrirán mediante la necesidad de ajustar la acción dentro del contexto del juego. Entonces, estaríamos hablando de una toma de decisión dentro del juego.
Como podemos ver, mediante la diversión y el disfrute, encontramos de forma implícita la realización de múltiples habilidades fundamentales de movimiento con patrones muy similares a los que ocurren en el deporte, sin la necesidad de brindar un entrenamiento estructurado y específico. Y estos no se ejecutarán de forma analítica, sino que serán expresados por medio de una decisión condicionada por el entorno y contexto del juego.
De esta manera podemos concluir que, si seguimos la línea de que nuestros deportistas no son adultos pequeños y hemos leído todas las entradas de blog anteriores, seremos capaces de comprender la importancia de la diversificación física, las habilidades fundamentales de movimiento, el juego y el disfrute en el desarrollo a largo plazo. Ahora sólo nos resta ir conectando los hilos.
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