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Fatiga, variables subjetivas y objetivas: ¿cómo se mide en los deportistas?

 TEMA:

El seguimiento y gestión de la carga de entrenamiento, tanto corta como durante períodos más largos, es una de las piedras angulares de la aplicación de las estrategias de mejora del rendimiento. Independientemente del método o modelo implementado, todos y cada uno de ellos están construidos con un solo propósito: manipular la fatiga.

Los entrenadores sabemos lo importante que es controlar y gestionar la fatiga, no sólo para mejorar el rendimiento en general, sino también para reducir el riesgo de lesiones, evitar la inhibición de la adaptación adecuada y alcanzar el máximo rendimiento en momentos específicos, como los partidos o las competiciones importantes.

Cada programa de entrenamiento es, por definición, gestión de la fatiga. Aunque se ha generalizado el concepto de gestionar las cargas de entrenamiento, éste está bastante sesgado dado que la fatiga, y no la carga, es el factor limitante y el fundamento detrás de cada esquema de periodización: lineal, ondulante, bloques o lo que sea.

Hay varias técnicas que pueden utilizarse para examinar la fatiga producida por el entrenamiento y la competición deportiva a través de diferentes medidas subjetivas (por ejemplo, RPE – rate of perceived exertion), u objetivas (por ejemplo, la potencia de un salto).

Pero, ¿qué es la fatiga en realidad? En esta nota, vamos a tratar de averiguar qué es y cómo medirla.

Fatiga: mirada histórica y definición

La fatiga ha sido un problema para los entrenadores deportivos desde el principio. Podemos rastrear su influencia en el deporte y el ejército hasta en la antigua Grecia. Los intentos más modernos de entender los factores que determinan la fatiga y el rendimiento deportivo se remontan a estudios europeos que comenzaron a finales del siglo XIX. 

Un influyente libro escrito por el fisiólogo italiano A. Mosso, profesor de fisiología de la Universidad de Turín, fue uno de los primeros en considerar la base biológica de la fatiga que se desarrolla durante el ejercicio. Las ideas de Mosso no tuvieron una aceptación inmediata en las ciencias del ejercicio, sino que permanecieron en silencio hasta que se redescubrieron más recientemente. 

En su lugar, fueron suplantadas después de 1923 por una interpretación diferente y más simplista promovida por el ganador del Premio Nobel inglés, Archibald Vivian Hill. Los estudios, que se convertirían en los más influyentes de la historia de las ciencias del ejercicio, fueron realizados por Hill y sus colegas del University College London entre 1923 y 19252. 

En general, la fatiga se define como una pérdida de fuerza o potencia en respuesta a la actividad contráctil, y puede ocurrir como resultado de impedimentos o adaptaciones en una multitud de esquemas fisiológicos.

Además, la fatiga puede considerarse como una disminución o deterioro del rendimiento inducido por el ejercicio, pero toda definición acaba siendo un enfoque reduccionista de una cuestión más compleja, y nuestra comprensión de la etiología y los mecanismos subyacentes de la fatiga durante el ejercicio, siguen siendo objeto de debate.

Esta reducción de la capacidad muscular está limitada por los componentes centrales y/o periféricos. Los componentes centrales implican un fallo en el CNS (Sistema Nervioso Central) para reclutar unidades motoras, es decir, una reducción del drive motor central, y los componentes periféricos implican un cambio bioquímico en el entorno metabólico de los músculos, que conduce a una respuesta atenuada a la excitación nerviosa.

En general, los mecanismos centrales y periféricos se han estudiado de forma aislada, suponiendo que su combinación se produce de forma lineal, lo que probablemente ha producido sesgos en la interpretación de los datos y en las conclusiones obtenidas. 

Abbiss y Laursen han llevado a cabo una revisión completa de estos modelos, incluyendo el modelo cardiovascular/anaeróbico, el modelo de suministro/descarga de energía, el modelo neuromuscular, el modelo de traumatismo muscular, el modelo biomecánico, el modelo de termorregulación y, finalmente, el modelo motivacional/psicológico, que se centra en la influencia de factores intrapsíquicos, como las expectativas de rendimiento o el esfuerzo requerido.

Figura 1: Modelos para explicar la fatiga.

Adicionalmente, Noakes ha argumentado que la fatiga es una percepción sensorial, más que un fenómeno físico. Además, existen pruebas convincentes de un modelo de fatiga complejo, pero integrado centralmente, con una retroalimentación aferente de la periferia, que informa la percepción de la fatiga y da lugar a una atenuación del rendimiento, que puede determinarse consciente o inconscientemente.

Por otro lado, se ha propuesto que existe un umbral crítico individual de fatiga muscular periférica, que se asocia con un cierto grado/percepción sensorial de retroalimentación aferente. En particular, el nivel intramuscular inducido por el ejercicio de ciertos metabolitos que se sabe que causan fatiga periférica (por ejemplo, protones, fosfato, etc.), es muy similar en cuanto al agotamiento, independientemente del tipo de ejercicio y de la tasa individual de cambio de la perturbación metabólica.

De este modo, el entorno metabólico de los músculos esqueléticos que generan la energía para sostener un esfuerzo determinado, implica una cierta aferencia al sistema nervioso central, que determinará la magnitud del impulso motor central, para seguir reclutando un número determinado de unidades motoras y así poder generar o no el rendimiento requerido durante el ejercicio.

Figura 2: Relación entre el centro gobernador tele anticipatorio del cerebro y el esfuerzo percibido durante el ejercicio.

Para comprender la naturaleza de la fatiga musculoesquelética, son obligatorios diferentes temas tan diversos como la neurofisiología, la señalización intracelular, la función vascular, la bioenergética y la mecánica molecular y, en los mecanismos de la fatiga, hay que tener en cuenta el impacto de factores externos como el desuso y la enfermedad.

Aunque no hay duda de la relación entre la fatiga y algunas medidas objetivas, se ha sugerido que la fatiga también se ve afectada por la percepción subjetiva, por lo que es obligatorio incluir un aspecto de “subjetividad” en la definición de fatiga.

Por ello, tal vez la mejor definición actual de la fatiga es “cualquier pérdida de rendimiento inducida o no por el ejercicio, debido a diversos factores fisiológicos, factores psicológicos comunicados por el deportista, o una combinación de ambos.

Figura 3: La taxonomía propuesta sugiere que la fatiga se defina como un síntoma incapacitante autoinformado, derivado de dos atributos interdependientes: la fatiga percibida y la fatiga de rendimiento.

En un intento por proporcionar una rúbrica más unificadora, se propone que la fatiga se defina como un síntoma en el que la función física y cognitiva se ve limitada por las interacciones entre la fatigabilidad del rendimiento y la fatigabilidad percibida.

Dado que, por definición, la fatiga reduce la capacidad de rendimiento atlético, muchos entrenadores han intentado medir periódicamente la fatiga de sus atletas, para poder ajustar adecuadamente los protocolos de entrenamiento.

Medición de la fatiga

Debido al hecho de que el entrenamiento bajo altos niveles de fatiga puede impedir la adaptación adecuada o incluso inhibirla, ser capaz de monitorear la fatiga es crucial para cualquier entrenador o científico del deporte. 

Además, tener una idea de cuán “fresco” está un atleta puede proporcionar información importante sobre la capacidad del atleta para tolerar el estrés del entrenamiento, la sensibilidad para adaptarse a ese estrés o incluso su capacidad de rendimiento.

Cualquier estrés en el cuerpo, incluido el estrés físico de las sesiones de entrenamiento, puede interpretarse como una “dosis”; los niveles de fatiga asociados a esa dosis podrían considerarse como una “respuesta” y, los rendimientos subsiguientes, como el “resultado”. 

Entonces, la recopilación, el análisis y la comprensión de la relación dosis-respuesta de un programa de entrenamiento de un deportista, es vital para maximizar el rendimiento, evitar las lesiones y el sobreentrenamiento, y es imprescindible para aplicar cualquier modelo de periodización.

La principal ventaja de diseñar y aplicar un sistema de vigilancia de la fatiga es “estimar” la forma en que cada atleta está respondiendo a un programa determinado y, por lo tanto, ajustarlo según sea necesario para garantizar la adaptación, evitar el sobreentrenamiento, evitar las lesiones y maximizar el rendimiento.

Pruebas subjetivas

La eficacia potencial de las medidas subjetivas para el monitoreo de los atletas ha sido establecida por estudios y libros que tratan sobre el tema, sin embargo, aún no se han determinado las prácticas óptimas de aplicación.

Las aplicaciones prácticas afectan a la medida en que se refleja el bienestar de los atletas y a la posibilidad de utilizar los datos de manera significativa. Además, las pruebas subjetivas son fáciles, no invasivas, baratas, no requieren equipo y pueden proporcionar una retroalimentación inmediata

Por otra parte, la coherencia, la familiarización y el análisis sólido de los datos son cruciales para aumentar la sensibilidad de las pruebas. Los cuestionarios sobre wellness son una de las evaluaciones más populares del bienestar subjetivo, y se denominan “medidas de autoinforme del deportista”. Se trata de un cuestionario que se entrega al deportista para que califique cómo se siente. 

A menudo incluirá diferentes temas como la calidad del sueño, el nivel de estrés no relacionado con el entrenamiento, el dolor corporal , la percepción del cansancio; pero en la práctica, la estructura y las preguntas utilizadas dependen totalmente de las necesidades del entrenador y de los antecedentes del atleta.

No obstante, es importante comprender que sólo algunos cuestionarios han sido validados científicamente, y se ha determinado que son sensibles a los cambios en los regímenes de entrenamiento semanales.

De todos modos, los cuestionarios de bienestar parecen funcionar bien como herramienta de control de la fatiga, especialmente con grupos grandes, como en los entornos de deportes de equipo.

Figura 4: Ejemplo de un informe diario de un cuestionario de bienestar. FAT=Nivel de fatiga; DOL=Nivel de dolor; SUE=Calidad del sueño; ENE= Niveles de energía; DOR= Cantidad de horas de sueño; EST= Niveles de estrés; ANI= Bienestar general; LIB= Niveles de libido. Se han establecido varios Umbrales Numéricos y el color refleja Verde=Bueno; Amarillo=Normal; Rojo=Malo. Los datos fueron tomados de un jugador de rugby.

La clasificación de la fatiga es otra herramienta subjetiva para monitorear la fatiga, y se ha demostrado que es válida y fiable.

Esta escala (figura 5) está diseñada para proporcionar una medida holística de cuán fatigado se siente un individuo y se realiza mediante el uso de una escala de 11 puntos; la escala de fatiga parece tener una alta correlación con los marcadores de fatiga fisiológica, y también parece ser capaz de diferenciar entre el esfuerzo percibido durante la recuperación y durante el ejercicio.

Figura 5: Clasificación de la escala de fatiga propuesta por Micklewright y otros, 201711.

Por último, están surgiendo nuevas tecnologías como la codificación facial, que parece ser capaz de detectar con precisión la fatiga y los cambios de humor, pero la ciencia en la aplicación práctica está todavía muy atrasada.

Medidas objetivas

Las medidas objetivas para evaluar los niveles de fatiga pueden ser un poco complicadas. En primer lugar, cualquiera que sea la variable que seleccionemos para usar, es obligatorio ser coherente en el protocolo aplicado para recoger los datos. Además, es importante rastrear y analizarla adecuadamente.

Hoy en día, con los avances en el campo de la tecnología deportiva, es muy fácil tener acceso a algunos dispositivos cinéticos, cinemáticos o fisiológicos, y será el factor limitante para elegir una variable de seguimiento objetivo.

La mayoría de las variables populares tienden a estar relacionadas con la producción de fuerzas y los protocolos suelen implicar saltos. Sin embargo, las posibilidades son infinitas. Si se puede pensar en una manifestación máxima prevista de la potencia neuromuscular, sin duda calificaría como una posible medida objetiva para evaluar la fatiga. 

Saltos, isométricos, sentadillas submáximas, lanzamientos, etc; con el dispositivo y el protocolo adecuados, y con datos fiables y válidos, pueden ser opciones válidas para medir la fatiga.

Una placa de fuerza dual lo suficientemente potente puede medir la producción de fuerza vertical y, por supuesto, todos los derivados de las variables dependientes del tiempo como RFD, tiempo para la fuerza máxima, impulso, etc. 

Para evaluar la fatiga, la mayoría de la literatura se basa en protocolos de salto, y es por eso que muchos entrenadores implementan CMJ (Counter Movement Jump); pero, CMJ y todos los demás saltos son demasiado dependientes de la “técnica”. La evaluación también puede hacerse a partir del Readiness del CMJ, hasta la tracción isométrica de la mitad del muslo (IMTP); el IMTP es más fácil de explicar, implementar y realizar por los atletas y, tal vez, más sensible al cambio.

Por lo tanto, el IMTP requiere que un individuo tire de una barra fija con un esfuerzo máximo durante 3-5 segundos. Cuando se realiza en la parte superior de una placa de fuerza, la prueba puede cuantificar la fuerza máxima, la fuerza relativa, RFD, el tiempo para la fuerza máxima, etc.

Figura 6: Evaluación de la placa de fuerza dual de un IMTP. Los datos fueron tomados de un jugador de rugby.

De igual modo, se pueden utilizar otras métricas, como marcadores de sangre o saliva. También, pruebas fisiológicas como la frecuencia cardíaca, la variabilidad de la frecuencia cardíaca y otras medidas del estado físico, son comunes en el deporte. 

El control fisiológico de la fatiga puede aparecer en las pruebas de preparación del sistema nervioso autónomo (SNA) o en los centros superiores del cuerpo (SNC, Sistema Nervioso Central). La vigilancia del sueño con métodos no invasivos ha ganado en popularidad, pero todavía requiere una evaluación clínica para determinar la gravedad de los trastornos del sueño notificados.

Pérdida de velocidad y su relación con la fatiga

Los dispositivos disponibles comercialmente como el transductor de posición lineal (LPT), son mucho más populares, transportables, baratos y, probablemente, más versátiles que la placa de fuerza. Aunque en general los usamos como dispositivos de entrenamiento, su potencia para fines de evaluación es infinita.

De hecho, uno de los usos más populares del LPT está relacionado con la monitorización de la fatiga. Cada vez que rastreamos la pérdida de velocidad de una serie determinada, estamos tratando de controlar la fatiga.

Como dijimos antes, las medidas objetivas de la fatiga no están relacionadas sólo con variables mecánicas (principalmente la fuerza); la velocidad está linealmente relacionada con la fuerza, ya que a medida que la fuerza aplicada aumenta, también la velocidad lo hace. Y a medida que surge la fatiga, la fuerza y la velocidad disminuyen.

Las investigaciones han demostrado que existe una alta correlación entre las medidas mecánicas (velocidad y pérdidas de altura de salto en contramovimiento) y metabólicas (lactato, amoníaco) de la fatiga, lo que apoya la validez de utilizar la pérdida de velocidad para cuantificar objetivamente la fatiga neuromuscular, durante el entrenamiento de fuerza, y convertir así la pérdida de velocidad en una poderosa herramienta para dirigir la adaptación.

Además, la velocidad más rápida alcanzada con un peso submáximo constante puede ser otra variable mecánica útil para evaluar la fatiga neuromuscular.

Síntesis final: análisis de datos y variables

Ya nos explayamos sobre las variables de medida de la fatiga, cuáles de ellas existen, cómo elegirlas y por qué. Pero, ¿cómo analizarlo para saber adecuadamente lo que realmente está pasando?

El principio es que si las puntuaciones del atleta en sus pruebas son similares a las de su línea de base, entonces se supone que está listo para entrenar de acuerdo con el programa previsto. 

Entrenar cuando no se está listo es problemático, pero, una vez más: ¿cómo podemos saberlo con seguridad?

La monitorización de la fatiga requiere una serie de tipos de datos para identificar adecuadamente la causa de la fatiga y, si es necesario, un cambio o un ajuste. 

Los requisitos esenciales de la monitorización y el análisis de la fatiga son la recopilación de información de calidad y la continuidad de los datos. Una vez que hemos determinado qué variable estamos siguiendo, tenemos que establecer qué tipo de análisis vamos a realizar.

Por ejemplo, el cuestionario de bienestar, como se ha mostrado antes, podría ser analizado sólo con un umbral arbitrario (1-3 malo, 4-7 normal, 8-10 bueno), luego relacionar esas “zonas” con colores, y estamos listos para empezar. Pero la cosa podría complicarse un poco si queremos una visión más profunda, con un análisis más robusto.

Si tenemos un marco de datos lo suficientemente largo para construir una línea de base, podría ser un análisis más sensible, usándolo para la comparación y estableciendo nuestros umbrales como variaciones (o puntuación Z), a través de esa línea de base.

Figura 8: El informe de Wellness en el tablero, usando Z-Scores para establecer las Zonas de preparación. Los datos fueron tomados de un equipo de rugby.

Por último, los científicos deportivos están investigando cómo construir modelos a partir de estos datos, con el uso de redes neuronales y la IA. Todavía está en las primeras etapas, pero parece realmente prometedor y, si tienen éxito, tal vez podríamos tener una herramienta poderosa para, incluso, “predecir” futuros eventos en relación con el rendimiento, la fatiga o las lesiones. El tiempo dirá.

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