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Lecciones que me llevé de un mal entrenador (lectura obligada)

 TEMA:

Soy de los que pensaba que sólo lo técnico era importante para ser un entrenador exitoso. Cuando empecé, el éxito estaba definido por tener muchos alumnos, una agenda completa de trabajo y poder vivir del entrenamiento personal. Esa creencia me llevó al profesorado, a tomar todos los cursos posibles y a leer horas y horas por día, entre otras cosas.

Sin embargo, los años pasaban y el “éxito” no llegaba. Por otro lado, veía gente que consideraba mucho menos formada que yo, viviendo del entrenamiento personal y no entendía por qué yo no tenía una lista de espera queriendo entrenar conmigo, que tan “formado” estaba.

En el mientras tanto, trabajaba en la sala de musculación. Nunca fue un trabajo bien pago, a mi entender, pero me permitía sumar horas de experiencia, charlar con otros profesores y ganar algunos pesos.

Entre idas y vueltas terminé en un gimnasio, en un horario que empezaba a las 7 de la mañana, pero madrugar no era un problema para mí.

Los que han ido o trabajado en un gimnasio de barrio en las primeras horas saben que es muy común encontrar muchos adultos mayores. En este gimnasio principalmente había mujeres.

Los que me conocen personalmente saben que no soy ese tipo de instructor súper enérgico y extrovertido que capta toda la atención de la sala. Todo lo contrario.

Cuando empecé en ese trabajo me encontré con que todas las alumnas me hablaban de su profesor anterior, “Tito”, nombre inventado para proteger su identidad. Tito había cambiado de horario dentro del mismo gimnasio por lo que pude verlo trabajar muchas veces.

Como buen técnico, me puse a revisar las rutinas de Tito. Nadie es dueño de la verdad, pero todo tiene un cierto rango; una cosa es una diferencia de criterios y otra es no tener el menor criterio. Éste era el caso.

Sus planes no tenían el menor sentido desde ningún punto de vista: cualquier cantidad de volumen de trabajo, rutinas súper extensas, rutinas tipo “pato” en mujeres mayores de 70 sin experiencia, y cualquier otro tipo de barbaridades, difíciles de describir.

Por dentro pensaba qué cosas más horribles y sin sentido hacía este profesor. Sin embargo, las alumnas lo extrañaban y lo preferían por sobre mí, sin dudas.

A medida que pasaba el tiempo, me hacían comentarios del tipo: “¿Me vas hacer un personalizado como me hacía Tito’”, “¿Preparás mates tan ricos como Tito?”, “¿Me elongás?”, etc. O simplemente me hablaban una hora de corrido de cuestiones personales. Sí, me había convertido en una especie de psicólogo también.

Paralelamente, me encontraba con el problema técnico: debía arreglar ese “desastre” que Tito había dejado. En ese entonces mis habilidades interpersonales eran peor que ahora incluso. Mis argumentos eran del tipo: “Ésto no sirve, ahora vamos a hacer esto.” Lo que obviamente generaba una reacción de oposición fuerte en las personas.

Durante esa misma época, leí un reportaje a un famoso entrenador norteamericano. Le preguntaron por lecturas recomendadas para un entrenador personal y, obviamente, yo esperaba algún libro técnico, pero no. Su recomendación fue la siguiente:

Mi primera impresión fue: “¡Qué título vende humo!”. Y un poco lo es, lo admito, pero así y todo le di una oportunidad y lo leí. Obviamente recomiendo que lo lean. Básicamente fue como una guía de todo lo que yo no hacía y Tito sí.

Así fue como comencé a darme cuenta de lo importante que son las habilidades interpersonales en el entrenamiento personalizado, y en cualquier relación. De la misma manera en que creamos un perfil con nuestros alumnos, podemos hacerlo con nosotros mismos. 

Mi enorme debilidad eran estas cuestiones, las habilidades blandas. No voy a decir que hoy soy bueno en ello, pero he trabajado bastante intentando cambiar y creo haberlo logrado, al menos a un nivel aceptable. Después de leer este libro, y algunos otros, seguí pensando bastante en qué lo hacía a Tito diferente. Con el paso del tiempo pude ver que era algo extremadamente simple.

Tito era muy amable, recibía a todos los alumnos con una sonrisa de oreja a oreja y se pasaba la mañana cebándoles mates. Principalmente, Tito se involucraba PERSONALMENTE con los alumnos, realmente establecía una relación y se preocupaba por lo que le pasaba a la gente. Si tu mascota estaba enferma, tenías un problema en el trabajo, o lo que sea, él lo recordaba y te preguntaba por ese asunto. Esto vale oro trabajando con personas. Él recordaba todos los nombres y, obviamente, te llamaba por tu nombre.

Incluso si tenías algún problema de tipo lesión, ortopédico, etc., él te traía un plan “personalizado” para tu problema en cuestión. Entre nosotros, googleaba el problema y bajaba la solución de internet, pero no va al caso. Él se tomaba el trabajo en su casa para buscar la forma de ayudarte, lo imprimía y lo traía al trabajo. Básicamente, con esto te estaba diciendo implícitamente que se preocupaba por vos.

¿Era yo mejor entrenador que él por tener mucho más conocimiento técnico? No lo creo. No creo que Tito haya leído a Carnegie. Creo que simplemente le nacía, era su forma de ser.

Si vos sos como él, ¡excelente! Si sos más parecido a mí, sabé que se puede mejorar, aprender, practicar y aplicar ese conocimiento.

No todo es fisiología, biomecánica y buena técnica. Incluso estoy seguro de que, desde un punto de vista comercial, las habilidades blandas terminan siendo más determinantes.

No me malinterpreten, no le resto importancia a lo técnico, no caigamos en una falsa dicotomía, me refiero solamente a entender que trabajamos con personas y que potenciar nuestras habilidades blandas puede llevar nuestra carrera a otro nivel.

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