En el artículo de hoy quiero compartirles algo que me pasó hace muy poco y que sin duda alguna invita a la reflexión…
Hace varios días me escribieron alumnos de una importante universidad. Querían sumarme como expositor en una jornada. ¿Su propuesta? Me plantearon que les gustaría que mi charla se refiriese a la parte comercial del entrenamiento personal y no a cuestiones vinculadas a lo meramente técnico.
Acepté sin pensarlo mucho, me pareció un desafío interesante.
Pero si algo sabemos es que preparar una charla, del tipo que sea, implica un arduo trabajo de revisión y reflexión. ¿No?
Pensando en qué temas abarcar y demás, caí en el ejercicio fundamental de hacer un repaso mental por mi carrera, como para saber realmente qué sabía (o creìa saber), de lo que iba a tener que hablar.
Por otra parte, tengo la suerte también de poder charlar con muchos colegas, profes y estudiantes muy jóvenes, quienes muchas veces me plantean sus inquietudes acerca de desarrollo profesional.
Algunas de ellas: ¿Cómo tener más clientes?, ¿cómo cobrar más por la clase?, ¿qué hacer cuándo mi cliente/alumno se va de vacaciones?, ¿le cobro?, ¿corresponde?
Y muchas otras más…
Estas dos cuestiones, mi historia por un lado y todas sus inquietudes por el otro, inevitablemente me llevaron a trazar un paralelismo, entre lo que fueron mis principios y lo que haría hoy si tuviese que empezar de nuevo desde 0, pero con el conocimiento que tengo de haber cometido incontables errores (que sigo cometiendo).
Todo este ejercicio me llevó a una conclusión fundamental: menos mal que cuando empecé no tenía redes sociales.
Ustedes se preguntarán por qué digo esto…
Imaginen el siguiente escenario. Mañana descubrís que tu verdadera vocación es la gastronomía, aunque en realidad no sabés cocinar nada de nada.
Pero como querés tener un negocio próspero, invertís todo tu dinero en él y contratás a un especialista en marketing y redes sociales que te explica que si no tenés redes sociales es prácticamente como si su negocio no existiera. Vos confías en el especialista, obvio.
Y finalmente, tal y como todos esperaban, el marketing es un éxito.
La gente comienza a amontonarse expectante para cenar en tu restaurante. Y bueno, llega el momento de la verdad y ¡oh sorpresa! la comida es horrible.
Porque no solo no sabías cocinar y no estabas preparado, hiciste lo peor que podías hacer: saltaste etapas.
Por suerte es muy fácil y rápido darse cuenta cuando una comida es mala.
Pero… no sucede lo mismo con el entrenamiento (afortunadamente para nosotros). Se puede empezar a trabajar desde 0, cometer un montón de errores y que estos queden fácilmente enmascarados, principalmente teniendo en cuenta que nuestros alumnos no son expertos en la materia.
Pero recordá: nuestros errores, así como quedan enmascarados para ellos, también se enmascaran para nosotros. Si no tenemos feedback de nuestros descuidos y equivocaciones, no tenemos aprendizaje.
¿A qué voy con todo esto? A que es fundamental sentar las bases correctas y no apurarse.
Así como con un alumno nuevo vamos de lo más fácil a lo más difícil (principio fundamental de progresión) y sabemos lo importante que es no saltearnos etapas, lo mismo deberíamos buscar en el desarrollo profesional.
Cada uno conoce su situación económica y sus necesidades, por lo que esto podría no aplicar para todo el mundo (y sin dudas no lo hace), pero si hoy pudiera empezar de 0, buscaría un mentor, alguien para poder trabajar cerca suyo y aprender.
Los errores se cometen siempre, pero es una buena opción para minimizarlos.
Intentaría acumular experiencia, desarrollar un “producto” (llámese sistema, una forma de trabajo, o lo que sea) cada entrenador tiene el suyo y, afortunadamente, existen muchos tipos distintos de clientes con gustos y necesidades muy muy variadas.
¿Tengo que trabajar en una sala?
Pregunta súper frecuente…
La verdad suele ser un trabajo muy mal pago, pero permite acumular un montón de “horas de vuelo”.
Por eso, elijo verlo como una inversión.
¿Quiero decir con todo esto que saber venderse no es importante?
Para nada.
Saber venderse es fundamental. Lo que quiero decir en este artículo es que resulta imprescindible también sentar buenas bases antes de lanzarse con todo a captar clientes como sea.
Por último y no menos importante te propongo hacer un ejercicio.
Levantá la cabeza y mirá a tu alrededor, existe un mundo offline. A veces estamos tan metidos en nuestro teléfono que nos olvidamos del resto…
El boca a boca sigue funcionando excelentemente y sobre todo en nuestro trabajo que no es algo masivo. Tenemos un límite laboral bajo, nuestras horas.
Hacer bien nuestro trabajo, a conciencia, lo cual va muchísimo más allá de lo puramente técnico, es la mejor herramienta de venta.
Dato de color: de todas las charlas que pudimos compartir dentro de la comunidad, no recuerdo ningún colega que haya contado que logró establecerse profesionalmente en menos de 5,6,7 años.
Así que quizás por el momento no necesites pensar en los algoritmos de las redes, ni en los mejores horarios para postear, ni en embudos de venta. Quizás simplemente sólo estés empezando. Y si es así, lo mejor es enfocarse en mejorar ese 1% diario y disfrutar el camino.
Encontrá un maestro, prepare tu propia comida, luego cociná para tus familiares y amigos cercanos, invitá más gente, y cuando ya hayas hecho todo eso será momento de abrir tu propio restaurante.
Espero que les haya gustado el artículo de hoy y les sea de utilidad.
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